miércoles, 25 de agosto de 2010

'Avanza la distensión'

Señor Director:
A pesar de que la política exterior colombiana sigue siendo personalista, presidencialista y monotemática, las últimas escenas sobre el hábil viraje de las relaciones con Venezuela implican trabajar por despersonalizarlas, con la ayuda de las cancillerías. Poner a trabajar a la Comisión Binacional Fronteriza (Combifron) daría luces a un relanzamiento duradero.
Édgar Rafael Piedrahíta Torres
Bogotá

jueves, 19 de agosto de 2010

Galimatías jurídico

Malabar jurídico el Acuerdo Complementario para la Cooperación y Asistencia Técnica en Defensa y Seguridad entre los Gobiernos de la República de Colombia y de los Estados Unidos de América.

Ya había advertido a los preguntones sobre la ilegalidad de dicho acuerdo. La Corte no declaró inexequible el acuerdo porque no es Ley de la República. La Corte, aclaro, decidió: remitir el acuerdo al Presidente para que le dé trámite constitucional previsto para los tratados; y declaró que el acuerdo no tiene vigencia en el ordenamiento jurídico interno.

Aplaudo esta decisión, por considerar que el acuerdo debió aprobarse como un tratado internacional. ¡Qué hablen los entendidos!

lunes, 16 de agosto de 2010

Correcciones a una diplomacia cansina


Los autotitulados analistas de la crisis diplomática de Colombia con Venezuela, no pasan de acuñar frases bobaliconas, genéricas y entusiastas de un cuadro que a veces pienso no resiste el análisis que se merece. Sin menospreciar la esencia tropical, macondiana e ingenua, que reconocidos internacionalistas, ex presidentes y reconocidas revistas mundiales han destacado del tema, me atrevo a sentenciar que lo anterior no fue más que un juego del realismo político.

Entre eso que leí, me enteré de los tejemanejes bélicos y los juegos de guerra que podían despertarse y explotar, cuando Hugo Chávez decidió a viva voz, "romper" relaciones diplomáticas con Colombia. Con Maradona al lado, cuestioné para sí: "y ¿dónde están aquellos que sabemos para qué sirve la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas y consulares? ¡Qué hablen los entendidos!"

Los medios azuzaban el asunto, cual divorcio interestatal, y brega entre compadres, asistiendo al derrumbe del fino arte: la señora diplomacia. Como internacionalista creo en la diplomacia, y en sus defectos. Los juegos de aparición, como leía en The Economist hace poco, son la rutina diaria de la diplomacia. Pero, dos versiones conflictivas, no pueden ambas, en el largo plazo del juego, ser verdad. No por eso, muchos entendidos asumen la posición de que la pasada relación Uribe-Chávez era un caso para psicólogos, el desarrollo de un diagnóstico: "disonancia cognitiva".

Y sí, condenados a vivir pegados el uno al otro, Chávez y Uribe tuvieron que sortear sus diferencias, tema esencial de todo este berenjenal binacional. Y sí, queridos amigos, todo tiene una razón: el carácter personalista de la política exterior de estos dos países. Dejaron la diplomacia, las instituciones a un lado, y convirtieron las "disonancias cognitivas" en asuntos de Estado. Primer punto de conclusión para estas líneas, el trabajar por despersonalizar las relaciones con los vecinos, con la ayuda de las Cancillerías. Poner a trabajar a la Comisión Binacional Fronteriza (Combifron), daría luces a un relanzamiento duradero.

He pasado estos años repasando los artículos de los entendidos que repiten sin cesar que la política exterior colombiana sigue siendo personalista, presidencialista, y monotemática. Con los vecinos se ha "securitizado" en profundidad. Las últimas escenas sobre los rifirrafes con Ecuador y Venezuela eran de competencia del Ministerio de Defensa, y los voceros, los comandantes de Policía, generales del Ejército y la intervención desatinada de los ministros de defensa. Segunda conclusión para este cuasi manifiesto, ¿para qué sirve el Ministerio de Relaciones Exteriores?

De lo anterior se colige, que el gobierno Uribe utilizaba a la Organización de Estados Americanos, y la sesión extraordinaria del Consejo Permanente muchas veces, para denunciar un caso que podía resolverse con diplomacia de alto nivel. Sin diplomacia rastrera, bipolar o de micrófono. El corolario de esta cadena de errores era un verdadero galimatías jurídico. Con esta seguidilla de actos cobardes con el fin de indisponer a la OEA y otros organismos multilaterales , se pretendía "judicializar" la diplomacia. ¡Señores! la OEA no es un tribunal que sanciona conductas punibles internacionales, menos la Unasur, menos el Consejo Permanente. Y sí, señores, otra vez, se cometió el error más garrafal en la historia de las relaciones internacionales de Colombia, amenazar con denunciar con acción judicial ante la Corte Penal Internacional al presidente Chávez. Cuestioné para sí: "y ¿dónde están aquellos que sabemos para qué sirve el Estatuto de Roma? ¡Qué hablen los entendidos! Cualquier estudiante de derecho de mediana consciencia jurídica penal, reputaría la pretensión como improcedente.

Ya los derechistas me deben estar condenando de socialista, comunista hormonal o venezolano arrepentido. Cualquier analista respetable sabe que la connivencia o apoyo de los países a grupos terroristas en zona de frontera ha sido ampliamente discutido en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Para los que no se enteran, sería bueno que revisaran la lectura de la resolución 1373 2001 de dicho organismo. Pero a renglón seguido, sabemos que esa disposición no es un tratado internacional, y por ende no tiene efecto jurídico vinculante. He aquí una de las lagunas que el derecho internacional público debe resolver. Es que al asunto de cooperación terrorista no es sui géneris de Colombia y Venezuela, como otros en especial Medio Oriente; el caso de Irán y el supuesto apoyo con armas a grupos terroristas en Afganistán (talibanes) o Hamas, son ejemplos recientes.

Después de notar que todo apoyo que Venezuela pueda hacer a las FARC, es condenable, es preciso también corregir que estos temas no se ventilan con insultos de lado y lado de la frontera. Un mecanismo de cooperación en seguridad, fue hace poco presentado en la reunión que Chávez y el estrenado presidente Juan Manuel Santos sostuvieron en el santuario del Libertador, en la Quinta de San Pedro Alejandrino en Santa Marta. Esto además demostró una práctica criticada de la diplomacia en tanto que los dos presidentes en pasadas ocasiones encararon su animadversión mutua. Pero fíjense que una diplomacia hipócrita, "meliflua o babosa", fue la que servió para despersonalizar las relaciones con Venezuela, con un ánimo de gerencia y política; con un ánimo al fin de cuentas componedora y abierta al diálogo. Porque en últimas lo que resulta de una excelente política exterior de cualquier país, es alejarse de las megalomanías presidencialistas y dejar que los canales de la diplomacia actúen.

No estoy llamado a responder la pregunta que dejó entreabierta Arlene Tickner, internacionalista reconocida en la región, si la reunión en Santa Marta es un "apuesta arriesgada". Es necesario retrotraer todos los agravios de la administración, de parte y parte. Pero con la nueva Declaración de Principios, en la que se crean varias comisiones de trabajo sobre relaciones comerciales, diplomáticas, de cooperación, infraestructura, etc., asistimos a un viraje significativo del manejo de las relaciones con los vecinos. Un viraje "hábil", y que cualquier Jefe de Estado estaría obligado a hacer, toda vez reconocida la interdependencia entre los dos países hermanos.

Un análisis que no pretendía elevar a manifiesto, pero sí haciendo gala de los enunciados de Kenneth Waltz, teórico de la política internacional, cuando nos recordaba: "Si vas a analizar la política internacional, métete en los zapatos de los Jefes de Estado, y así hallarás la razón de la anarquía que impera en el orden mundial".

Bogotá