Pasada una hora y media a partir del conteo en que la Registraduría Nacional del Estado Civil, reportaba a bandazos los resultados de las elecciones presidenciales del pasado domingo, tuve un espasmo mental concitador en cuanto pensé que el bipartidismo en Colombia ya estaba condenado a su mínima expresión; que los partidos políticos tradicionales hacían fila a una monumental caída al vacío.
De una lectura fascinante sobre los comicios es que el Partido Liberal y el Partido Conservador pasarán sin antecedente alguno como la espuria política que en años, ni desde la Guerra de los Mil Días, ni el Frente Nacional hayan vivido en su seno.
En Colombia ganó el sector independiente con Antanas Mockus, y en contraste con Álvaro Uribe y ahora Juan Manuel Santos, se engendró un vicio constitutivo de toda crítica como es la personalización del ejercicio político representado en un solo partido, un solo líder, un solo ideal. Una aproximación no tan exagerada que a un Duce a un Führer o a un Generalísimo.
Desde que Álvaro Uribe llegó a la Casa de Nariño, la doctrina de construir el llamado “Estado Comunitario”, procuró por la asistencia a los menos favorecidos, mediante subsidios, con el súper Ministerio “Acción Social”, paralelo a un discurso guerrerista, azul y derechista que 7 millones de ciudadanos apoyaron cuando votaron por Juan Manuel Santos, quien será a mi juicio el próximo Presidente de Colombia.
Lo anterior, capta votos a través de lo que denomino “política comunitaria”. Voto sucio, necesitado, poco informado, por un lado; derechista, gamonal y latifundista por el otro. Además se incluyen en este grupo, los nuevos ricos, y aquellos arribistas que sueñan con un país equitativo y justo a punta de balas y personalismos atiborrados de absolutismo y exclusión.
Me llama la atención que mientras escribo estas líneas, el Partido Liberal y Conservador, hayan perdido la decorosa decencia, y adherirse al “Uribismo”, mientras que sólo el Polo Democrático Alternativo y el Partido Verde, se declaren prestos opositores al establishment. Un espacio en que las alianzas son ya tímidas, ora por la disciplina de plataformas programáticas, ora por su intachable forma de hacer política,y que no determinará mucho el resultado en segunda vuelta. Tampoco estaremos condenados entonces a una alternación conflictiva, como sucedió en México con López Obrador, sino a un silencio producto de una somnolencia de cual muchos todavía no han despertado con furibunda determinación.
Bogotá
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