viernes, 30 de julio de 2010

Sur "L'étranger"

Acabo de firmar "L'étranger" de Albert Camus, que compré en una feria de celebración de la toma de la Bastilla en la 60 avenida de Central Park en Nueva York. No recuerdo a quién escuché decir que los libros no son tuyos cuando los firmas, sino sólo después de leerlos. Me pasó lo mismo en esta ocasión, porque estaba en deuda de comprar una novela en francés para practicarlo, como también para hacerles una pequeña recensión de la primera obra de Camus, premio nobel en 1957.

Me costó pocos días pasar las hojas de la novela, primero desde los asientos del metro de Nueva York, noches desveladas y el ajetreo en los articulados rojos de Bogotá. Me atrajo tanto la historia y la sencillez literaria, que me identifiqué con el personaje: Monsieur Meursault. Trátese de un oficinista afincado en Argel de vida sedentaria, conformista, apático y existencialista; que se entera que su madre ha muerto y no llora en su entierro.

La novela, escrita en primera persona, describe a un hombre pensativo, ateo, que no guarda relación alguna con la realidad que lo circunda, con actitudes insensibles, aburridas y neutras. Se trata de un personaje que no le importa su presente, no se ofuscó por buscar respuestas del pasado, y no le huye a un juicio, después de haber matado a un árabe, sin razón aparente.

Novela histórica que muestra Camus en 1942, luego que Europa sufre dos guerra mundiales, presenta un semblante de aquel ciudadano apático y sin esperanzas, un "extranjero" de la sociedad y un desadaptado de las formas tecnológicas. Amigo de lo simple y la elucubración cínica social, desarrolla un cuadro deprimente de las personas que viven por vivir, indolentes y se guardan en un caparazón cuasi "Kafkiano".

Les recomiendo la novela, pensé que no la iba a entender mucho porque estaba en edición francesa de este año, pero sé que se convertirá en muchos de aquellos tesoros de mi biblioteca que debo desempolvar una vez visite Barranquilla.

Continuaré con Cortázar, que dejé Rayuela inconclusa, y seguir con algunos cuentos o la novela que la precede "Los Premios".

Bogotá

martes, 27 de julio de 2010

Me cagaste. No me vuelvo a enamorar


Dicen que del odio al amor hay sólo un paso. Creo también en lo contrario y en la decepción absoluta de un amor frustrado, acabado, desgastado o como en mi caso: una frecuentación hipócrita y profundamente interesada.

Estos días antes de regresar a la cotidianidad me doy cuenta y siento que todo lo nuestro fue por lástima. Una vez me persuado de tal idea, quiero salir corriendo y pienso a cada instante "¿qué diablos hago aquí?"

Ayer decidí distanciarme de él porque así todo será más fácil para mi. Me da asco verlo, mirarlo a la cara, incluso tocarlo por accidente. No les miento, me dan ganas de vomitar cuando lo veo escribiendo desde su teléfono a los amigos que frecuentará cuando ya no esté. Y esto no es mera imaginación, lo escribo porque también le espié su teléfono y los historiales de conversación con un "conocido", que desde que llegó no ha parado de seducirlo son sus llamadas y mensajes y por fin verse las caras.

Este distanciamiento silencioso es una forma buscada de repudio. Una combinación de deseo erótico-emocional con un sentimiento de rechazo. Todo al mismo tiempo.

No lo niego. Lo amo, pero lo repudio. Quiero asegurarme que no sepa de mis pasos más nunca en su vida. Estoy dispuesto - para ser hombre nuevo - ponerme en la tarea de desaparecer mi imagen ante él, y que no sepa más de mi existencia en su vida. Porque ahora pienso en mi, no quiero y no me apetece saber de él nunca jamás. De eso se encargará el tiempo y mis convicciones radicales.

No quiero temblar más. No quiero llorar más en silencio. No quiero perturbación. No deseo sufrir. No me apetece soñar más con él. Quiero velarlo hasta enterrarlo. Quiero que se vaya de mi vida para siempre. Estoy desgastado porque me duele el centro del alma; no puedo respirar bien. Siento que me apago y necesito fuerzas. Necesito la energía de un amor puro y verdadero que me encienda. No quiero caras duras en mi vida, quiero trascender y seguir haciendo todo con exactitud.

Me cagaste mi vida, y estoy seguro que necesitaría otra para perdonarte. Porque quiero estabilidad, deseo tu exterminio. Valgo oro, y así tenga que recoger migajas de metal fundido, lo haré por mi bien. Desde ahora quiero pensar que no existes para mi, que de ahora en adelante, estás muerto para mi.

Nueva York, 17 de julio, 2010

Hombre nuevo

Hoy no se dio cuenta que espiaba sus conversaciones para formarme una idea extraoficial de lo que él piensa de mi. De hecho, se ha dado cuenta de lo "aburrido" o "monótono" que soy, porque desde hace un año y medio se ha dado cuenta que mi vida tiene otro sentido; así no sea a su lado. Porque no todo dura cien años en el amor de carne y hueso, sólo en las historias macondianas que permiten que el amor en pareja perdura hasta la eternidad. Una invencible paradoja al idealismo y romanticismo inglés, que precisamente él aborrece por sus ínfulas de liberal hasta los tuétanos.

No os quiero aburriros con mis historias de Quijote aventurero, pero sí dejarles algunas lecciones que el amor me puso en la casilla del buzón.

Hoy recordé que cuando el amor se va por alguna razón, sufrimos por el apego recalcitrante hacia la media naranja, que el compañero o el amigo te acostumbró. Ahora ya es tiempo de estar en paz y seguir adelante. Hoy recordé nuevamente a Buda cuando me enseñaba a desapegarme de las cosas y de la materia para vivir en paz y tranquilidad. La "paz", decía "es la ausencia del deseo". Luego voy directo a esa cesación, a esa inercia que permita suspender el deseo y la dependencia, para así empezar a ser un hombre nuevo.

Nueva York, 15 de julio, 2010 :)

miércoles, 7 de julio de 2010

Lo de acá y lo de allá


Aquel esbelto profesor sevillano, garrochado, voz imponente y acento andaluz, que conocí en mis tiempos de estudiante pasional por la historia, me hizo recordar que el Caribe sí llega hasta el sur de la Florida. Que las ferias, mercados de pulgas, bazares y encuentros de comercio todavía existen en un país donde la practicidad empuña las costumbres y deja de lado la importancia por la simplicidad. Una sencillez con sustancia, natural y espontánea.

Ayer estuve en uno de esos mercados populares. Aquí lo llaman Flea Market o Swap Meet, de esas ferias francesas que pertenecían a los corrillos burgueses de comercio, de los artículos usados, lo curioso, los lujos baratos, el escrutinio de alguna biblioteca de pensionado aburrido, los calderos invencibles y las bagatelas útiles.

Joshua, un haitiano verdulero, me ofreció piña, tomates y mandioca para llevar a la casa. Estaba detenido con el sol que hacía por el momento y me puse a detallar las chazas de tomate, plátanos, piñas, patillas, ñame, y pare de contar.

Joshua no paraba de sonreír, me hablaba en inglés criollo, y decidí hablarle en francés. Le cambió el rostro. Le pregunté de dónde traían el ñame y me dijo que la plaza donde estaba era una especie de productos selectos, porque procedían de varias partes del Caribe menor. Me imaginé que mucha gente de ahí vendría de Martinica, Barbados, Haití, incluso otros rosarios de islas como San Kitts y Nevis.

Allí comenzó mi esbozo de las clases de Historia y Cultura del Caribe, y la imagen del profesor andaluz que nos enseñaba cuál era el motivo de dividir esa área, conocerla y quizá comprenderla. Ha sido uno de mis acercamientos más prístinos con la diáspora caribeña en Estados Unidos, fuera de las relaciones que mantengo con gente del Caribe que reside en Estados Unidos, porque esta vez fue diferente.

Lo que es allá, es igual a lo de aquí. Quien puede recorrer un Flea Market en la Florida le recordará un centro en Barranquilla, Santa Marta, o el mercado de Bazurto en Cartagena. Las divisiones por mercancías, los árabes hediondos por la sobaquina exasperante, y el sopor de una hora para siestas, me trasladaron a lo mismo, pero más lejos del litoral.

Margate, Florida. 7 de julio , 2010

lunes, 7 de junio de 2010

RIESGOS DEL CIERRE RELÁMPAGO



En: Rayuela
Julio Cortázar, cap. 130
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El British Medical Journal informa sobre una nueva clase de accidente que pueden sufrir los niños. Dicho accidente es causado por el empleo de cierre relámpago en lugar de botones en la bragueta de los pantalones (escribe nuestro corresponsal de medicina).

El peligro está en que el prepucio quede atrapado por el cierre. Ya se han registrado dos casos. En ambos hubo que practicar la circuncisión para librar al niño.

El accidente tiene más probabilidades de ocurrir cuando el niño va solo al retrete. Al tratar de ayudarlo, los padres pueden empeorar las cosas tirando del cierre en sentido equivocado, pues el niño no está en condiciones de explicar si el accidente se ha producido al tirar del cierre hacia arriba o hacia abajo. Si el niño ya ha sido circuncidado, el daño puede ser mucho más grave.

El médico sugiere que cortando la parte inferior del cierre con alicates o tenazas se pueden separar fácilmente las dos mitades. Pero habrá que practicar una anestesia local para extraer la parte encrustrada en la piel.

The Observer, Londres
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jueves, 3 de junio de 2010

COLOMBIA: EL PAÍS QUE NO DESPERTÓ DEL SUEÑO

Pasada una hora y media a partir del conteo en que la Registraduría Nacional del Estado Civil, reportaba a bandazos los resultados de las elecciones presidenciales del pasado domingo, tuve un espasmo mental concitador en cuanto pensé que el bipartidismo en Colombia ya estaba condenado a su mínima expresión; que los partidos políticos tradicionales hacían fila a una monumental caída al vacío.

De una lectura fascinante sobre los comicios es que el Partido Liberal y el Partido Conservador pasarán sin antecedente alguno como la espuria política que en años, ni desde la Guerra de los Mil Días, ni el Frente Nacional hayan vivido en su seno.

En Colombia ganó el sector independiente con Antanas Mockus, y en contraste con Álvaro Uribe y ahora Juan Manuel Santos, se engendró un vicio constitutivo de toda crítica como es la personalización del ejercicio político representado en un solo partido, un solo líder, un solo ideal. Una aproximación no tan exagerada que a un Duce a un Führer o a un Generalísimo.

Desde que Álvaro Uribe llegó a la Casa de Nariño, la doctrina de construir el llamado “Estado Comunitario”, procuró por la asistencia a los menos favorecidos, mediante subsidios, con el súper Ministerio “Acción Social”, paralelo a un discurso guerrerista, azul y derechista que 7 millones de ciudadanos apoyaron cuando votaron por Juan Manuel Santos, quien será a mi juicio el próximo Presidente de Colombia.

Lo anterior, capta votos a través de lo que denomino “política comunitaria”. Voto sucio, necesitado, poco informado, por un lado; derechista, gamonal y latifundista por el otro. Además se incluyen en este grupo, los nuevos ricos, y aquellos arribistas que sueñan con un país equitativo y justo a punta de balas y personalismos atiborrados de absolutismo y exclusión.

Me llama la atención que mientras escribo estas líneas, el Partido Liberal y Conservador, hayan perdido la decorosa decencia, y adherirse al “Uribismo”, mientras que sólo el Polo Democrático Alternativo y el Partido Verde, se declaren prestos opositores al establishment. Un espacio en que las alianzas son ya tímidas, ora por la disciplina de plataformas programáticas, ora por su intachable forma de hacer política,y que no determinará mucho el resultado en segunda vuelta. Tampoco estaremos condenados entonces a una alternación conflictiva, como sucedió en México con López Obrador, sino a un silencio producto de una somnolencia de cual muchos todavía no han despertado con furibunda determinación.

Bogotá

viernes, 14 de mayo de 2010

Soy un comunista hormonal


Veo la cara de extrañeza de aquellos que me preguntan por quién votaré para estas elecciones del domingo 30. Desde que obtuve la mayoría de edad, no he podido votar por las presidenciales. Siempre he sido objeto de impugnación por la Registraduría, porque ando en Barranquilla y ando en Bogotá. Mi cédula fue expedida en Bogotá, siendo costeño, pero una denuncia de trashumancia electoral en el Atlántico me impidió meter la papeleta en la urna cuando el Polo Democrático obtuvo la segunda mayor votación, después del “Uribismo”.

Ya las cosas están patentemente cambiadas, pero mi voto será amarillo pollito. Soy de la oposición, soy de base liberal, nunca godo, y tampoco derechista nuevo rico o cuasi hacendado arribista. Luego, con la premisa anterior se podrían hacer miles de silogismos cambiantes sobre la intención de voto y resultaría: un voto liberal, un voto de izquierda o un voto verde.

Les contaré entonces por qué no votaré por los rojos ni tampoco por los verdes, y por qué sí por los amarillos. Empezaré por decirles que gran parte de la ideología que influencia mis comentarios sobre política están sustentados en algunos atisbos teóricos sobre algunos libros de ciencia política que han pasado por mis manos, entre esos: Arendt, Bobbio, Pizarro Leongómez, entre otros que no recuerdo. Pero no llenaré estas líneas con aburridos comentarios de politólogos brillantes, sino en cuál es la unidad que determina mi voto: el partido político, el candidato, y la ideología.

Si fuera por congruencia y disciplina de partido, votaría por el liberalismo, pero ocurre que no me gusta el candidato. Tiene excelentes propuestas sociales y de empleo, una ambigua sobre el conflicto y sigue un modelo económico de apertura, pero con las reservas de proteccionismo en defensa de la economía nacional. No tiene carisma, no es pasional, no tiene estilo, pero tampoco llena las expectativas de los cambios profundos que necesita el país.

No votaré por los verdes, porque con un girasol no hay ecologismo. Pensado desde el ecologismo europeo, hace poco le preguntaron a Mockus si era ecologista como partido, y dijo que faltaba mucho para eso. No votaré por la ola verde porque a pesar de la gran propuesta en educación – de hecho la más agresiva que he visto en años, más Fajardista que Mockusiana –no quiero un modelo de Estado moralista, y no me interesa un Estado Kantiano, ni mucho menos un Estado paternalista que lo único que predica es el apego a la ley. Para ese caso, entonces la propuesta de la “legalidad democrática”, no es más que una fórmula mejorada del santanderismo de aquellas épocas que pregonaba el padre de las leyes.

Tampoco me parece atractivo que tal legalidad tenga un tinte pedagógico para ganar adeptos en aras de principios tan genéricos como la santidad de los recursos públicos, la batalla contra la burocracia, corrupción y demás. ¡Claro que los recursos del Estado son sagrados!, pero no tiene que decirlo Mockus para creerlo. Que aplicará la Constitución… pues, es un principio que no sólo el presidente sino todos los asociados debemos observar. Es decir, no quiero que el Estado colombiano se concentre solamente en aquel discurso de la ética del poder, de la cual ha hablado tanto la filósofa Adela Cortina, sino un Estado en el que al individuo se le respete sus libertades fundamentales, y se potencie su autonomía. Finalmente, otros aspectos frente al conflicto son lo mismo de lo mismo. Un no al intercambio humanitario, un statu quo al presupuesto de la fuerza pública, un no a la negociación, un dubitativo universo sobre el manejo de las relaciones internacionales, un modelo económico neoliberal, y aún dependiente, etc.

Si el macartismo se asoma al leer esto, y me tilda de comunista, entonces seré un comunista hormonal. Quiero revolución, quiero justicia social, quiero reforma agraria, quiero progresismo, quiero independencia, quiero negociación, quiero defensa de los derechos humanos, y quiero que se sepa toda la verdad. Verdad es lo que necesita este país para reconciliarse en medio de una justicia transicional que pocos conocen. Por eso, mi voto será amarillo. Si eso es invocar la violencia, pues como diría Arendt la revolución no es per se la violencia como ejercicio del poder.

Bogotá